Tengo un cariño muy especial a esta moto. Mi padre tiene una joya de estas en nuestra casa del pueblo.

Hace ya muchos años (más de 30), cuando mis hermanos y yo éramos unos niños, estábamos siempre deseando que mi padre la sacara de la cochera para que nos diera unos paseos por el pueblo.

Como yo soy el pequeño de mis hermanos, tenía el privilegio de montar sobre el depósito, delante de mi padre. Antes de montar, mi madre se encargaba de colocar un cojín como asiento para que fuese más cómodo encima de su estructura metálica y rígida. Mi madre y mi hermana nos despedían desde la puerta de casa con el clásico «tener cuidadito» cariñoso mientras mi padre arrancaba y comenzaba el paseo.

En cuanto la moto se ponía en movimiento, me agarraba al manillar como si estuviera conduciendo, y de vez en cuando (cuando mi padre me lo decía) tocaba el claxon.

Mis dos hermanos compartían el asiento de atrás y disfrutaban del viaje agarrados como lapas a la espalda de mi padre.

Qué tiempos aquellos… ¡benditas temeridades!